viernes, 8 de agosto de 2014

El día después...

Puede pasarnos: que ganemos o que perdamos; que logremos el objetivo o que no... ¿y que se hace después?


Bobby Fischer consiguió total y absolutamente su objetivo. Vencer a todos cuantos se pusieron delante de él, incluido al gran Boris Spassky. Era campeón del mundo. La revolución había llegado al ajedrez. Volvió a Estados Unidos triunfal, los niños y adultos del mundo ansiaban ser como él...

Todos pensaban que, a partir de ese momento, iniciaría su hegemonía y disfrutaríamos de nuestro héroe... todos menos él.

No que que pasaría por su cabeza el día después, pero ni ese, ni ningún otro día volvió a jugar (si exceptuamos el polémico encuentro que jugó en la antigua Yugoslavia 20 años después). Podríamos pensar (como hizo Michael Jordan, que al dejar el baloncesto la primera vez se dedicó al baseball) que se dedicaría a otras cosas, buscaría nuevas fuentes de inspiración... no. Nada.

Es, para mí, la peor reacción que conozco a victoria, al triunfo... ¿miedo?¿locura?


¿Y la mejor reacción al triunfo que conozco?


El mejor ejemplo que tengo de reacción ante el triunfo y la derrota viene de alguien al que seguimos disfrutando: Rafa Nadal. No se si será marketing, pero alguien que tras ganarlo todo sigue igual, se para a firmar autógrafos, pelea... y cuando pierde da un ejemplo de como reconstruirse uno y tratar de volver a triunfar.



Queda un cuarto caso, el de la peor reacción ante una derrota o fracaso... si exceptuamos las reacciones agresivas, lo peor que (creo) podemos hacer es lo que hizo Fischer, huir.


Yo he huido muchas veces ante el fracaso. Y, con la edad, me doy cuenta de que el ejemplo de Nadal es el correcto.

Reconstruirse uno y volver a intentar... lo que sea. Desde que volví al ajedrez he visto muchos conocidos que siguieron, aunque no triunfasen, en vez de huir como yo. Mi admiración por ellos y por todos aquellos que no se rindieron y que, pese a las muchas derrotas que arrastran, siguen luchando y disfrutando... de las cosas...

miércoles, 6 de agosto de 2014

64 cartas de amor

Llevo mucho tiempo pensando en que escribir en esta entrada de mi blog.



Para los amantes de ajedrez el número 64 es especial, es el número de casillas del tablero, y esta es la carta de amor número 64 que escribo a la vida y al ajedrez.

En cierto modo, sin darme cuenta, sigo el consejo de unos de mis gurus, Ramón Trecet, que a sus 70 años sigue con su maravilloso mantra de: "buscad la belleza, que es la única protesta que merece la pena"


Sin saberlo llevo toda la vida buscando la belleza. Muchas veces me he perdido, me he conformado con la comodidad y la mediocridad. Pero a veces he acertado; con mi mujer, con mis hijos, con los amigos, aprendiendo a valorar esos ratos únicos, bellos y especiales que hacen que la vida, en vez de ser una batalla entre el bien y el mal, sea realmente una batalla entre lo bello y lo mediocre.


El ajedrez me ha ayudado a que la parte de mi mente, la que que piensa, se mueva (es muy perezosa), y además de darme ratos maravillosos con la belleza del juego y sus secretos, hace que mi descubra esa belleza escondida. La belleza de la voz de mi hija ayer, de los besos de mis hijos, de la sonrisa de mi mujer, la de una combinación escondida...


Me he dado cuenta de que escribimos en diversos formatos cartas de amor, prestando atención a lo que de verdad queremos, dedicándole tiempo, ese tiempo del que no somos conscientes y se nos va de las manos. Podemos dedicarlo a lo cómodo y normalizado, o a buscar lo bello, y disfrutar de esos instantes que son, realmente, nuestra vida.

Cartas de amor... sin dirección...