jueves, 31 de diciembre de 2015

Y lo sabes, pero necesitas que alguien te lo diga...

Llega el final de año, todos nos hacemos propósitos, queremos mejorar cosas de nosotros mismos, cambiar, empezaremos proyectos... pero sin testigos, la gran mayoría se quedarán en intentos...

Y es que, sabemos de cosas que deberíamos hacer, que serían buenas para nosotros, pero estamos estancados en nuestra comodidad, por miedo u obcecados... necesitamos que alguien nos lo diga...


Y no cualquier alguien. A veces tiene que ser alguien específicamente, y no valen los de nuestro entorno; otras veces solo necesitaríamos que "el" o "ella" me lo diga, que me empuje...


Y nos pasa a todos, le pasó incluso al mítico Fischer, que, ante el momento clave de su carrera (el match final frente a Spassky), necesitó de las palabras de Henrry Kisinguer y los dineros que aportó un maravilloso mecenas James Slater para acudir a Reykiavik y hacer historia...

Quien sabe que nos hemos perdido por la falta de las palabras adecuadas de la persona adecuada.


Solo desearos a todos que, quien tenga la llave de vuestras acciones, accione este año que entra la palanca de "tienes que ser mas feliz"...

miércoles, 2 de septiembre de 2015

Buscando límites

En mi cabeza, de vez en cuando se repite una anécdota que leí (o tal vez imaginé).



En la antigua URSS, donde el ajedrez era una pasión nacional, hacían un experimento. A un señor, jugador de ajedrez de un nivel medio-bajo, le hipnotizaban y le hacían creer que era el campeón del mundo Mihail Tal...

Acto seguido, le sentaban a jugar al ajedrez frente al verdadero Mihail Tal, al cual no reconocía porque... ¡él era el verdadero Tal!

Jugaban varias partidas y, aunque siempre ganaba el verdadero campeón del mundo, las jugaba a un nivel muy superior a las expectativas, aunque al terminar cada partida se sentía muy triste.

Pasado esto, des-hipnotizaban al jugador y le pedían que jugara frente al campeón del mundo. En ese momento se inhibía, decía que no iba a estar a su nivel, y, tras acceder a jugar perdía rápidamente todas las partidas jugando muy mal, cohibido... sin creer en sus posibilidades.

¿Porqué nos ponemos límites?


Creo que nos pasa como al elefante que vemos en el circo, atado a una estaca de madera diminuta en comparación con su tamaño, de la que no intenta escaparse. Cuenta el cuento que es porque de pequeño lo ataron a una estaca similar, lo intentó una y otra vez, una y otra vez, hasta que un dia se rindió... y no lo volvió a intentar.

Aplaudo y admiro a todos aquellos que, pese a las limitaciones de nuestro cuerpo y de nuestra mente, tratan de buscar sus límites sin complejos, a cualquier edad, corriendo, cambiando, compitiendo, entrenando o de la manera que sea.

Si no lo intentas, si no crees, seguro que es imposible.

Hay que hacerlo.