miércoles, 19 de junio de 2013

Ausencias

Hay veces en las que nos invade la melancolía. Miramos atrás y recordamos.


Mi añorado personaje de Hugh Laurie, el doctor House, posiblemente me respondería a estas añoranzas con una de sus expresiones: "Eres idiota". Acompañando esta exclamación con un sin fin de motivos para vivir el presente, y tratando de hacerme ver que solo existe eso: El ahora.

Pero no podemos resistirnos. La vida pasa, las cosas y las personas desfilan ante nosotros, aparecen y desaparecen, y no podemos evitar echar la vista atrás y recordar. ¿Que recordamos?

Los psicólogos han descubierto hace mucho que nuestra mente entierra lo malo. Trata de olvidarlo para defenderse del dolor. No obstante nos asaltan pensamientos de tristeza, de momentos malos, de añoranzas o de dolores (sobre todo emocionales) que están ahí, aunque se vayan atenuando poco a poco.

Por otra parte, cuando a partir de cierta edad nos juntamos con los amigos, recordamos nuestras "batallitas" pasadas, nos reímos, bromeamos sobre los buenos momentos, y cuando hemos agotado y exprimido una de ellas, tratamos de buscar otras que prolonguen ese momento de felicidad colectiva.

La ausencia nos marca. De hecho, nos enseña. Decía el recientemente fallecido Manel Comas, ante el comentario de que afrontaba muy entero la enfermedad que terminó matándolo, que él ya había pasado lo peor que le podía pasar. Que eso no era nada. Y lo peor que le pasó fue la muerte de su hijo de 25 años en un accidente de carretera. La ausencia nos enseña lo que realmente es importante, en este caso un hijo.

Una manera de valorar lo que realmente nos importa y amamos frente a lo superfluo es medir el dolor de su ausencia. Amamos a nuestros padres, a nuestros hijos, a nuestra pareja, a nuestros seres queridos y a nuestros verdaderos amigos... ¿Y a que mas?


Pensar en la ausencia es un detector extraordinario. Sé por ejemplo que amo al ajedrez porque, nunca he podido dejar de sufrir cuando no estaba en mi vida. Me he alejado de él varias veces. Curiosamente, en mis peores momentos, estaba lejos, casi olvidado, ausente... Mientras no estuvo conmigo me consumí un poquito cada día que pasaba. En la foto, me veo y añoro. No ya mis 16 añitos de entonces, no. Esta foto es del que fue mi primer torneo serio de ajedrez. Nunca agradeceré bastante a los que me ayudaron entonces lo que disfruté...

Y así, tras múltiples reencuentros, lo tengo junto a mi, en el mejor momento de mi vida: ahora.

¿Y tu amable lector? ¿De que o de quien sentirías su ausencia? ¿Que amas realmente?

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