miércoles, 14 de agosto de 2013

Galletas

Anoche soñé con galletas. Me sentaba a jugar en la mesa 11 de un torneo de ajedrez y, en vez de 32 piezas había 32 galletas.


A pesar de todo la partida comenzó, ante mi estupor, a la segunda o tercera jugada mi rival movía una torre (perdón, galleta... uff que lío) de manera muy sospechosa y, como todas las galletas eran iguales no me atrevía a jugar. En un momento dado, vi que llevábamos 13 jugadas ya… y entonces pensé: “esto se parece mucho a jugar sin ver las piezas, jugar a la ciega”… y el sueño terminó entre protestas y propuestas mías como ir a una tienda a comprar piezas de verdad.

El ajedrez a la ciega es una de las formas más espectaculares de jugar al ajedrez, y una de las que más asombro causa entre los neófitos. Como su nombre indica, consiste en que se juega sin ver el tablero, con lo que el jugador ha de retener la posición en su mente. Las jugadas se comunican de palabra, mediante notación algebraica por ejemplo, o bien mediante sistemas más sofisticados como un ordenador.

Hasta el año 2011 el récord de partidas a la ciega lo tenia, desde 1947, Miguel Najdorf, que jugó contra 45 oponentes a la vez sin ver el tablero.


Tras el enfrentamiento (ganó 39 de las partidas, empató 4 y perdió solo 2, ¡sin ver ninguno de los tableros!) Najdorf tuvo que ser hospitalizado varios días debido al esfuerzo. Él tenia una poderosa razón: Aquella exhibición fue una forma de conseguir que su familia, desde Polonia, supiera que la guerra no había podido con él. El actual récord está en 46 partidas a la ciega, lo tiene un jugador alemán (Marc Lang) que, en 2011, tras 21 horas de juego ganó a 19 de sus adversarios, empató con 25 y perdió con 2. En esta ocasión después se fue a casa y no al hospital...

Hoy, muchas veces, hacemos lo mismo que yo en mi sueño con las “piezas galleta”. Jugamos por jugar, hacemos por hacer, automáticamente, lo mismo de siempre, o lo que sea, sin pensar, y, después, nos sorprendemos que “aquello” lo hayamos hecho nosotros.

Y lo peor. Nos decimos a nosotros mismos: “si yo quisiera lo haría mucho mejor…”



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