martes, 30 de julio de 2013

Brothers in arms

Brothers in arms. La traducción literal sería "hermanos en (de) armas", algo así como la expresión en castellano "hermanos de sangre", aunque no literalmente. Mas bien se refiere a la hermandad y el vínculo que se adquiere entre los participantes en una batalla, o una guerra.


Hay muchos tipos de batallas (además de las de las guerras), desde las mas dramáticas como contra una enfermedad, hasta las más perdidas contra nosotros mismos. Mi mamá (en la foto a la derecha), libró una muy dura, y me ofreció varias lecciones de amor y vida. Primero con sus pensamientos positivos antes y después de las operaciones, y mas tarde junto con su hermana de armas (en la foto a la izquierda) en la lucha de ambas por la supervivencia. Coincidieron en la habitación hace mas de 10 años, y desde entonces tienen un vínculo que las unirá mientras vivan.

En ajedrez la mayoría de los torneos se juega mediante un sistema que se llama "Sistema Suizo". Consiste en (simplificándolo mucho) jugar un determinado número de partidas (normalmente de 7 a 10, según el número de jugadores. Si son en torno a 100 participantes, con 7 rondas basta, si son mas jugadores, 8, 9, 10 o mas son las partidas que se juegan). La manera de emparejar a los contrincantes es mediante la puntuación (es decir, juegas contra los que llevan tus mismos puntos).

Al terminar el torneo siempre hay jugadores que tienen los mismos puntos. Para desempatar, normalmente, se suman los puntos de todos los jugadores con los que te has enfrentado, y el que tiene rivales que han sumado mas puntos queda delante.

Esto hace un curioso efecto que he podido comprobar en carne propia este pasado fin de semana. Ganes o pierdas, a partir de jugar con alguien te conviene que gane, que le vaya bien, para tener mejor coeficiente de desempate. Si eres una persona normal, saludas, te interesas, e incluso puedes llegar a tener algún acercamiento personal con el desconocido con el que jugaste. Te conviertes en una especie de hermano de armas. Y es un incentivo muy sano, salvo que seas un mal perdedor.


La vida es una lucha constante. No nos descuidemos. Observar y descubrir a esos hermanos de armas que, sin darnos cuenta y por casualidad, aparecen, nos acompañan y nos hacen mas alegre este mundo es algo que no debemos de descuidar.

Nosotros elegimos.


Posdata: No deja de venir a mi mente el maravilloso tema de Dire Straits del mismo nombre. Os lo dejo, y que lo disfruteis.

lunes, 22 de julio de 2013

Cosas que hacer en Denver cuando estás muerto

Cuando hace muchos años escuche el título de esta película, muy floja por cierto, quedé atrapado por él. Cosas que hacer en Denver (nunca he estado allí, pero el nombre es chulo) cuando estás muerto...


La frase es contundente. La película original en inglés se titula del mismo modo. Decía Arturo Pérez Reverte en una ocasión que morirse "da mucha vergüenza", que no puedes hacer nada, te vas, en el momento menos pensado y de la manera mas inverosímil. Y, sin dramatizar con la muerte, es verdad lo que dice. Pero, ¿Que hacer cuando sabemos, o creemos saber, que estamos muertos (que nos queda muy poco de vida, o que tenemos tal fecha de caducidad)?

Ayer domingo la recordé y la sentí. Jugaba una partida de ajedrez en un torneo y, por cansancio, por confiarme o por burro, tras empezar muy mal, al hacer la jugada 12, me levanté y paseé por la sala mientras mi rival pensaba. Tras alejarme del tablero, al volver, mientras me acercaba y miraba la posición de lejos, de repente, lo vi. Si mi contrincante hacia un movimiento de alfil, yo estaba muerto.



Fue como un latigazo. Como una visión. Estaba cansado, no razonaba con claridad, y, en ese instante sentí que perdería vergonzosamente.

Como mi rival pensaba mucho, me senté, pensando en que si jugaba lo que había visto yo me rendiría probablemente en el acto. ¡En solo 13 jugadas! Y mi rival, seguía pensando...

Me sentía perdido, muerto. Y lo peor es que sentía que solo era cuestión de tiempo mi derrota. Mientras mi rival seguía pensando (demasiado ya pensaba yo... no era tan difícil de ver la jugada) pasaba de la decepción a la curiosidad. ¿Habría algo oculto que no veo?

Jugó mi rival. ¡No jugó el alfil! La siguiente pregunta era, ¿estoy vivo? Mi posición era tan mala que yo no tenía esperanzas. Y cuando uno se siente muerto, que ha perdido, el resultado final (aunque las circunstancias ayuden a lo contrario) es que pierde.

Cuando nos auto-derrotamos, es casi seguro que perdemos. Decía Tartakower que no conocía a ningún jugador que hubiese ganado una partida rindiéndose, y es verdad.

Cuando estás muerto, tratas de quedar lo mejor posible y te vas. Ya no luchas por nada, ya no tienes tiempo. El mundo se acaba.

Si estas vivo (se puede comprobar fácilmente acercando una cerilla encendida a un dedo) puedes luchar, hay esperanza, puedes perder batallas, pero quedan guerras. Yo perdí la partida, aunque tenía la salvación en mis manos 2 jugadas antes de rendirme. No la vi. No tenía fe. Estaba muerto desde mucho antes.

Y no hice nada.

lunes, 8 de julio de 2013

Algo mas...

Quizás podamos dividir a las personas entre las que buscan algo mas y las que no...


Los que nos conocen, se sorprenden de que seamos amigos. Juan Arturo (de rojo en la foto), mi amigo desde los 15 años, tiene poco en común conmigo. Sin embargo desde casi el primer momento "conectamos" y, tras cerca de 30 años seguimos siéndolo. Y creo que el secreto es que ambos siempre hemos buscado "algo mas".

Él desde chaval era muy aficionado a todo lo relativo al mundo de las batallas, poco a poco su afición fue creciendo y, hoy, ha cumplido uno de sus sueños, estar en los Estados Unidos, en Gettisburg, recreando y celebrando el 4 de julio y las batallas que lo acompañan. Sin caer en la eterna insatisfacción (extremo peligroso de ese querer algo mas) ha ido disfrutando y creciendo en su pasión, en su vida... y seguirá haciéndolo.

La comodidad es una peligrosa compañera de vida. No voy a decir que no esté bien vivir cómodo, pero si te dejas llevar por ella... te estancas y realmente no sientes. Los que buscamos algo mas hemos descubierto (consciente o inconscientemente) que la felicidad esta en el camino de hacer las cosas, en los procesos de superación y/o de conseguir lo que quieres. Querer "algo mas" son muchas cosas: amar de verdad, querer, tener y educar a un hijo, mejorar en tu afición, descubrir cosas nuevas, conseguir cosas o en lograr romper alguno de los límites que creemos tener...


Leía hace poco que, hace muchos años, hicieron un experimento. A un jugador normalito de ajedrez (como podría ser yo, por ejemplo) lo "hipnotizaron" haciendole creer que era el ex campeón del mundo Miguel Tal (en la  foto jugando con una niña). Tras esto lo hicieron jugar al ajedrez contra el propio Miguel Tal (al que no reconoció pues él se creía Tal), y, aunque perdió las partidas que jugaron, jugo a un nivel muy por encima de su ranking. Tras esto, lo "deshipnotizaron" y, siendo ya él mismo le ofrecieron jugar contra el auténtico Miguel Tal. Aterrado, en principio rechazo jugar pues no tenía nivel suficiente para jugar con él. Cuando le convencieron, jugó mal, perdiendo rápidamente todas las partidas.

¿De que seríamos capaces si creyésemos mas en nosotros mismos? No voy a decir aquello que algunos nos quieren vender de "tu puedes con todo", pero si que, si te pones límites, los cumples. Si no te los pones y quieres "algo mas" muy probablemente lo consigas, y, quien sabe, mientras tanto, hasta puedes ser feliz...


miércoles, 3 de julio de 2013

Ejes

Igual que los coches, que una partida de ajedrez, nuestras vidas giran en torno a ejes que marcan nuestro funcionamiento.


Hay personas que construyen su vida alrededor de un único eje, como por ejemplo Bobby Fischer (sonriendo en la foto), que lo hizo alrededor únicamente del ajedrez. Él fue un ejemplo claro de que cuando giramos solo en torno a una cosa, quizás seamos especialistas en ella, quizás hasta triunfemos en esa faceta (como Fischer) pero nuestra vida se queda huérfana y terminamos siendo profundamente infelices.

Y que no decir de cuando se nos rompe uno de esos ejes. Los ejes son nuestro sostén principal. Nuestra familia, nuestra pareja, nuestro trabajo, nuestras ideas sobre el bien y el mal... Cuando se quiebra uno de ellos, como en los vehículos o las máquinas, nos apoyamos en los otros hasta que podemos llegar al taller. Ya no funcionamos igual, y tenemos que reconstruir o buscar un nuevo eje, similar o diferente, para que nuestra vida siga "en marcha".

Los mecánicos saben que cuando un eje se parte, es casi imposible repararlo, y si se hace, queda mucho mas débil que antes. Eso si, si vemos síntomas de que ese eje se está deteriorando, es momento de parar y decidir si hay que cambiar o no.

Pero que difícil es darse cuenta de que uno de los ejes de nuestra vida está rompiéndose. No nos gusta mirar. Preferimos seguir como si nada y muchas veces forzamos, pensando que nada pasará, cuando siempre pasa. Siempre pasa.


Recuerdo que de chaval acudí al hotel Rey Don Jaime de Valencia a ver a Anatoli Karpov, que iba a dar una sesión de partidas simultaneas de ajedrez. Creo recordar que me firmó un autógrafo, que no conservo, pues algún tiempo después se rompió ese eje de mi vida y decidí tirarlo a la basura. Hoy trato de reconstruir aquel eje, o mas bien de fabricar uno nuevo a partir de los restos. Cuesta. Y no ayuda comparar el antiguo (que siempre recordamos mejor de lo que era) con el que nos sale de fábrica.

Siempre son diferentes. Siempre cambian.