lunes, 22 de julio de 2013

Cosas que hacer en Denver cuando estás muerto

Cuando hace muchos años escuche el título de esta película, muy floja por cierto, quedé atrapado por él. Cosas que hacer en Denver (nunca he estado allí, pero el nombre es chulo) cuando estás muerto...


La frase es contundente. La película original en inglés se titula del mismo modo. Decía Arturo Pérez Reverte en una ocasión que morirse "da mucha vergüenza", que no puedes hacer nada, te vas, en el momento menos pensado y de la manera mas inverosímil. Y, sin dramatizar con la muerte, es verdad lo que dice. Pero, ¿Que hacer cuando sabemos, o creemos saber, que estamos muertos (que nos queda muy poco de vida, o que tenemos tal fecha de caducidad)?

Ayer domingo la recordé y la sentí. Jugaba una partida de ajedrez en un torneo y, por cansancio, por confiarme o por burro, tras empezar muy mal, al hacer la jugada 12, me levanté y paseé por la sala mientras mi rival pensaba. Tras alejarme del tablero, al volver, mientras me acercaba y miraba la posición de lejos, de repente, lo vi. Si mi contrincante hacia un movimiento de alfil, yo estaba muerto.



Fue como un latigazo. Como una visión. Estaba cansado, no razonaba con claridad, y, en ese instante sentí que perdería vergonzosamente.

Como mi rival pensaba mucho, me senté, pensando en que si jugaba lo que había visto yo me rendiría probablemente en el acto. ¡En solo 13 jugadas! Y mi rival, seguía pensando...

Me sentía perdido, muerto. Y lo peor es que sentía que solo era cuestión de tiempo mi derrota. Mientras mi rival seguía pensando (demasiado ya pensaba yo... no era tan difícil de ver la jugada) pasaba de la decepción a la curiosidad. ¿Habría algo oculto que no veo?

Jugó mi rival. ¡No jugó el alfil! La siguiente pregunta era, ¿estoy vivo? Mi posición era tan mala que yo no tenía esperanzas. Y cuando uno se siente muerto, que ha perdido, el resultado final (aunque las circunstancias ayuden a lo contrario) es que pierde.

Cuando nos auto-derrotamos, es casi seguro que perdemos. Decía Tartakower que no conocía a ningún jugador que hubiese ganado una partida rindiéndose, y es verdad.

Cuando estás muerto, tratas de quedar lo mejor posible y te vas. Ya no luchas por nada, ya no tienes tiempo. El mundo se acaba.

Si estas vivo (se puede comprobar fácilmente acercando una cerilla encendida a un dedo) puedes luchar, hay esperanza, puedes perder batallas, pero quedan guerras. Yo perdí la partida, aunque tenía la salvación en mis manos 2 jugadas antes de rendirme. No la vi. No tenía fe. Estaba muerto desde mucho antes.

Y no hice nada.

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