miércoles, 13 de febrero de 2013

Curar el dolor

Dolor es una experiencia sensorial y emocional, casi siempre desagradable (hay a quien le gusta...).

El dolor sensorial es cada día arrinconado por los médicos, los fármacos y las drogas. Afortunadamente ya no somos operados a lo vivo, o tras un trago de whisky, como el las películas de vaqueros. Hemos ido aprendiendo y hemos progresado.

Pero, ¿y el dolor emocional? ¿como se cura?


Una derrota dolorosa (como la de la fotografía, correspondiente a el número 1 actual del ajedrez Carlsen en 2010, hace apenas 3 años), desengaños amorosos, tragedias personales... La naturaleza nos ha provisto de un maravilloso cerebro emocional, pero aquí, los cuidados paliativos que sirven para el dolor físico no sirven. ¿Como nos curamos?

Unos hablan del tiempo, que cura las heridas, otros de que "un clavo saca a otro clavo" (para el dolor amoroso), es sabido que expresar lo que sientes sirve, desahogarte. Es un dolor además social. Parece que, ante ciertas tragedias no está bien visto recuperarse pronto (recordemos los periodos de luto). Parece inevitable y recomendable sufrir (lo cual incluso puede provocar compasión en los demás y ciertas recompensas).

No pretendo aconsejar. Allá cada uno con su vida. Solo voy a hablar de mis "descubrimientos" personales.

Hace más de 10 años me encontraba en el entierro del padre de un amigo, que no por esperado (arrastraba una larga enfermedad) era menos doloroso. Varios amigos decidimos ir del tanatorio al cementerio a pié (no estaba muy lejos). Al principio íbamos callados, tristes, pero de repente uno de nosotros dijo una tontería; nos reímos; luego otro siguió, y otro, y otro... y nos reímos como pocas veces me he reído. Todo terminó cuando uno de nosotros dijo algo así como: "que hijo putas que somos" y nos reímos por última vez antes de ir a llorar al cementerio.

La risa. La sonrisa. El humor. Cura. Alivia. Me he reído como nunca con mi hermano tirado en una camilla, bromeando con tonterías, ("para habernos matado") tras un maldito accidente, a la espera de que le operasen, y con mi madre llorando como una magdalena. Al final ella terminó riendo también, mi hermano entrando de buen humor al quirófano y, aunque cuando lo metieron lloré como pocas veces he llorado, nos sentimos todos mejor.


El cortometraje que adjunto es muy recomendable. Dolor, miedo, angustia... todo lo que hace que nos duela "dentro" tiene una posible cura.

Es como aquella historia de los 2 monjes: Tanzan y Ekido viajaban juntos por una ruta embarrada. Una pesada lluvia seguía cayendo. Al llegar a una curva, se encontraron con una encantadora chica con un kimono y faja de seda, que no podía cruzar. "¡Vamos, chica!, dijo Tanzan de inmediato. Cargándola en brazos, la transporto por encima del barro. Ekido no volvió a hablar hasta la noche, cuando llegaron a un templo que los acogió. Entonces no pudo contenerse mas. "Nosotros los monjes, no nos acercamos a las hembras", le dijo a Tanzan, "sobre todo si son jóvenes y bellas. Es peligroso. ¿Por qué lo hiciste?". "Dejé allí a la chica", dijo Tanzan, "¿Acaso tú aun sigues cargando con ella?"

¿Con cuantas cosas cargamos "aun"? Riamos. Seamos felices.

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