martes, 4 de diciembre de 2012

El valor de las cosas

En ajedrez, cada pieza, desde un punto de vista materialista, tiene un valor. El peón es la pieza menos valiosa apriori, y se le da el valor de 1. Al alfil y al caballo se dice que valen como 3 peones, la torre 5, y la dama 9. El valor del rey es, como el de nuestra vida, infinito, pues si se pierde, se pierde todo.


Viendo una película antigua (El Pisito, de 1959), he escuchado de una de las protagonistas algo así: "si lo llego a saber hubiera preferido vivir en una chabola, y así ser felices...", y es que, como en el ajedrez, el valor material de las cosas es relativo. Parece que, en esta sociedad consumista, nos venden que las cosas materiales dan la felicidad. Y si no lo pensamos bien, y nos dejamos llevar, así lo creemos.

Además, cuando uno se acostumbra a cierto nivel de consumismo y confort, se aburguesa y cuesta acostumbrarse otra vez a vivir con menos. Benjamin Franklin paseaba una vez con un joven amigo suyo, hablando de todo esto de poseer cosas. Viendo cerca una canasta de manzanas, tomó una de ellas y se la dio a un niño, quien se lo agradeció con una amplia sonrisa. Tomó entonces otra manzana, y se la dio también. La alegría del pequeño no tenía límites. Tomando una tercera manzana, se la ofreció al niño. Este, a pesar de que tenía sus 2 manos ocupadas, con gran esfuerzo logró tomarla, pero en un descuido se le cayó a un riachuelo cercano, y entonces rompió a llorar... Luego reflexionó con su amigo: He aquí un hombre pequeño con demasiadas riquezas para poder disfrutar de ellas. Con 2 manzanas era feliz. Con 3 ya no lo es.


Es paradójico que Benjamin Franklin sea el que da cara al billete de 100 dólares... pero sigamos...

Del mismo modo, cuando de novatos en ajedrez, ganamos piezas a nuestro rival, nos cegamos y pretendemos coronar una, dos, tres... todas las damas posibles para así acumular ventaja, perdiendo de vista nuestros verdaderos objetivos. Y de ese modo, en muchas ocasiones conseguimos no ganar, y terminamos empatando la partida ahogando al rey contrario en vez de darle mate. Estudios como el del premio nobel Daniel Khaneman, han demostrado que los seres humanos, a partir de ciertos ingresos económicos no aumentamos ya nuestro "bienestar experimentado" o felicidad. Si nos damos cuenta, podemos ser felices.

También los grandes maestros de ajedrez saben que la armonía entre las piezas de un jugador es, si lo material no está muy desequilibrado (igual que en la vida, necesitamos un mínimo de subsistencia), lo mas importante de una posición. Armonía; que palabra tan bonita.



¿Cuanto valen las cosas? Cambiemos la pregunta: ¿Que nos hace felices? Valoremoslo. La felicidad, mas que conseguir algo, es el camino que seguimos. Valorar lo que nos hace felices. ¿Como? Una manera puede ser la que decía Teresa, uno de los personajes de Milan Kundera en su novela, "La insoportable levedad del ser":

"Si, la felicidad es el deseo de repetir..."

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