Cuando somos niños, cuando no sabemos mentir (o estamos aprendiendo a mentir y se nos nota demasiado), necesitamos aprobación, aliento y consuelo a raudales. Y lo expresamos sin disimulos (por ejemplo, cuando decíamos, "dame un besito en la pupa, que me he hecho daño").
Conforme crecemos, nos hacemos mas "independientes" y "fuertes"... ¿o no? ¿o mas bien aprendemos a disimular lo que necesitamos? Mientras estamos rodeados de la estabilidad ficticia con la que vivimos, nos sale bien lo de disimular. Pero cuando nos toca afrontar situaciones difíciles, o cuando algo nos duele, nos sacude, necesitamos de los que nos quieren, y nos enfrentamos a una contradicción: disimular como hemos aprendido, o llorar...
El apoyo nace de la comprensión. La comprensión es hija de la comunicación. Cuando Guille se cae en la genial viñeta de Quino que os he puesto, le duele. Pero el dolor en soledad es una cosa, y el consuelo y el apoyo de quien mas queremos es lo que nos cura y necesitamos. Igual que cuando ganamos nos entran ganas de decirlo a los 4 vientos, cuando perdemos necesitamos compartirlo para que la carga sea menos pesada. Y sobre todo para no alejarnos de la realidad, y no culparnos. Nos han enseñado muy bien a hacernos daño. Debemos cuidar nuestra autoestima.
Y del mismo modo que necesitamos de apoyo y aliento para seguir adelante, los que nos rodean y queremos también. Un buen principio es preguntar y acercarnos a ellos, que nos cuenten y se sientan comprendidos. El orgullo es a veces un obstáculo, la vagancia, el egoísmo... Pero, seamos claros, igual que para jugar al ajedrez necesitamos de un adversario (luego ya lloraremos en casa la derrota o celebraremos la victoria), en la vida, en las alegrías y en las dificultades, necesitamos a los demás, a los que queremos y nos quieren. Solo así estaremos en el camino de ser felices.
¡AMEN!
ResponderEliminarGenial! gracias!
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