Dice el aforismo: "cuidado con lo que deseas, pues puede convertirse en realidad".
En ajedrez se da a menudo esta circunstancia. Llegas a la posición que has deseado. Lo que sucede, paradójica mente, es que si la posición es buena, pero no es fácil mejorarla (o no hay planes claros mas allá de ella), te atascas y es fácil que empeore rápidamente.
Cuantas veces no nos sorprenden algunos "ricos" con sus problemas... ¿problemas? ¡Problemas los nuestros! Ya lo decía Woody Allen, "el dinero no da la felicidad, pero se parece tanto..."
Pero, curiosamente, hay ocasiones en las que, si conseguimos lo que decimos que queremos (que luego se demuestra que no era realmente lo que queríamos), tenemos un problema. Y nos sentimos desorientados, pues, si hemos triunfado, ¿porque no estamos felices? ¿Y ahora que hay que hacer?
La clave es lo que realmente deseamos. Somos como un iceberg, del que solo sobresale en el mar un 10% y el 90% restante permanece oculto bajo el agua. Funcionamos con un piloto automático, y no nos paramos a pensar despacio, ¿que es lo que realmente quiero? ¿Que me hace feliz?
La sociedad, la tele, la familia, los amigos, nosotros mismos incluso... nos empujamos a veces a "querer" cosas que, si conseguimos nos decepcionan. La tele nos dice que seremos felices con tal coche, o aquella tele, o con este refresco... La sociedad nos dice lo que "debemos" y no "debemos" hacer, o a lo que podemos aspirar... Y hay familias donde, por ejemplo, si el padre fue médico, o agricultor, o lo que sea, los hijos deben de seguir el mismo camino.
Aunque como todo, puede servirnos de oportunidad para plantearnos lo que realmente queremos. Lo que realmente nos puede hacer felices y dar pie al siguiente reto.
Porque, ya lo decía Marx (Groucho): "la vida esta hecha de pequeñas cosas, un pequeño yate, una pequeña mansión, una pequeña fortuna... ". Pues eso...
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