¿Que quieren los niños?
JUGAR
¡Y nosotros también! La vida es eminentemente un juego, donde unos empiezan con las cartas buenas, otros con unas peores y los últimos están condenados a perder. ¿Por que triunfa el fútbol? Porque nos gusta jugar y proyectamos en él nuestros anhelos... y como el fútbol, casi todo lo demás.
¿Por que se nos pasan las ganas de jugar? ¿Donde perdemos la ilusión? ... cada uno que busque sus respuestas. Yo tengo la suerte de tener, por una parte hijos con los que jugar (y así recuerdo a menudo como se hace...) y una afición (el ajedrez) con la cual... no paro de hacerlo... y de sufrir, por cierto.
¿Saben quienes son los 2 jugadores de la foto? El adulto lo conocerán con toda seguridad. Es Charles Chaplin, y al pequeño los aficionados al ajedrez también. Era Samuel Reshevsky, el niño prodigio. Estoy seguro que Chaplin perdió aquella partida, y también estoy seguro de que no lloró.
Reshevsky, Fischer, Arturito Pomar... todos estos niños prodigio del ajedrez lloraban desconsoladamente cuando perdían. Tenemos que enseñarles a no hacerlo. Los niños son la alegría de la vida. Hay que ganar, pero sobre todo, hay que pasar buenos ratos... y jugar...
PD: La letra de la canción de Serrat, merece un premio Nobel... se la adjunto...
A menudo los hijos se nos parecen,
y así nos dan la primera satisfacción;
ésos que se menean con nuestros gestos,
echando mano a cuanto hay a su alrededor.
Esos locos bajitos que se incorporan
con los ojos abiertos de par en par,
sin respeto al horario ni a las costumbres
y a los que, por su bien, (dicen) que hay que domesticar.
Niño,
deja ya de joder con la pelota.
Niño,
que eso no se dice,
que eso no se hace,
que eso no se toca.
Cargan con nuestros dioses y nuestro idioma,
con nuestros rencores y nuestro porvenir.
Por eso nos parece que son de goma
y que les bastan nuestros cuentos
para dormir.
Nos empeñamos en dirigir sus vidas
sin saber el oficio y sin vocación.
Les vamos trasmitiendo nuestras frustraciones
con la leche templada
y en cada canción.
Nada ni nadie puede impedir que sufran,
que las agujas avancen en el reloj,
que decidan por ellos, que se equivoquen,
que crezcan y que un día
nos digan adiós.
y así nos dan la primera satisfacción;
ésos que se menean con nuestros gestos,
echando mano a cuanto hay a su alrededor.
Esos locos bajitos que se incorporan
con los ojos abiertos de par en par,
sin respeto al horario ni a las costumbres
y a los que, por su bien, (dicen) que hay que domesticar.
Niño,
deja ya de joder con la pelota.
Niño,
que eso no se dice,
que eso no se hace,
que eso no se toca.
Cargan con nuestros dioses y nuestro idioma,
con nuestros rencores y nuestro porvenir.
Por eso nos parece que son de goma
y que les bastan nuestros cuentos
para dormir.
Nos empeñamos en dirigir sus vidas
sin saber el oficio y sin vocación.
Les vamos trasmitiendo nuestras frustraciones
con la leche templada
y en cada canción.
Nada ni nadie puede impedir que sufran,
que las agujas avancen en el reloj,
que decidan por ellos, que se equivoquen,
que crezcan y que un día
nos digan adiós.
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